B
|
akunin ha
cumplido 200 años.
Su figura e influencia ocupan un lugar señero en el campo de
las ideas.
Pero,
¿cuánto
conocemos realmente
de su obra? ¿Y de su vida? ¿Su juventud?
de su obra? ¿Y de su vida? ¿Su juventud?
Intensa,
romántica.
Su formación
ferviente en la obra de Fichte y luego de Hegel. Años marcados por conflictos afectivos:
las riñas con su padre, la pasión por sus hermanas, amistades y amoríos.
«Mi celosa esposa (es decir, la Filosofía) te saluda, Alejandra,
y me encarga que te diga que osas olvidar que ella es la única que tiene
derecho a mi amor.» (Carta
de Bakunin)
«Un hombre maravilloso, una naturaleza honda,
primitiva, selvática...; eso no se le puede negar. Ahora bien, sus exigencias,
su infantilismo, su fanfarronería, su falta de escrúpulos, su doblez y mala
fe...; todo esto contribuye a que sea imposible que su amistad persista. Quiere
a las ideas, no a las personas. Quiere dominar con su personalidad, pero no quiere
amar.» «Vivir con él supone progresar constantemente en el camino del
pensamiento..., así como ir adquiriendo una diabólica capacidad de comunicar
ideas a los demás.» (Carta
de Belinski, compañero de
Miguel)
En sus
cuadernos y en sus cartas, Miguel había ponderado los aspectos idealistas de la
doctrina hegeliana. Pero el entusiasmo por el eslogan de «la realidad racional», reforzado por la influencia de Belinski, le
situó en una nueva posición. «La autoridad -declaró- había
sido definitivamente destruida por la Reforma. Descartes
había echado los cimientes de una nueva filosofía basada en el “ego”. Los descendientes
directos de Descartes eran, en Alemania, Kant y Fichte. Los fines de sus
sistemas eran “la destrucción de toda objetividad y de toda realidad, y la
concreción del abstracto y vacío “ego” en egoísta autocontemplación”. En
Francia, la filosofía del siglo dieciocho, basada en el divorcio entre el “ego”
y la realidad, había desembocado en “el materialismo, en el triunfo de la carne
desprovista de espíritu”. La
Revolución francesa fue la secuela de aquella “perversión
espiritual”, porque “donde no existe religión no puede haber Estado”».
En su exégesis,
Miguel se refirió también a Rusia, donde la epidemia de la irrealidad era
igualmente general.
«La felicidad no estriba en fantasías ni en sueños
abstractos, sino en la realidad viva. La rebelión contra la realidad significa
ahogar dentro de uno la fuente de la vida... Hay que esperar que la nueva
generación se reconcilie con nuestra bella realidad rusa...»
Editor Matrero
«I
|
magínense ustedes a cinco hombres y a seis muchachos alrededor
de una vela encendida, de unas tazas de té pésimo y de unos restos de galletas
rancias y duras. Si hubieran podido observar nuestras caras y oír nuestras
conversaciones, habrían visto nuestros ojos inflamados por el entusiasmo,
nuestras mejillas encendidas, nuestros corazones palpitando al discutir acerca
de Dios, de la verdad, del porvenir de la humanidad y de la poesía... Mientras,
la noche se deslizaba silenciosa y suave, como si tuviera alas. La madrugada
empezaba a palidecer cuando salíamos, emocionados, felices, puros de corazón,
sobrios (no pasó nunca por nuestra imaginación traer vino a nuestras reuniones)
y con nuestra cabeza agradablemente exhausta. Y uno se dirigía a su casa a través
de las calles desiertas, en paz con todo el mundo y hasta mirando amistosamente
las estrellas, como si ellas se hubieran acercado más a nosotros, como si se
hubieran vuelto más comprensibles.»
«Mi carácter adolecía de un defecto capital: el amor a
lo fantástico, a lo insólito, a las aventuras inauditas, a las empresas
abiertas hacia horizontes infinitos y sin que nadie pueda prever cómo van a
terminar.» (Bakunin, "Confesión"
al Zar,
julio-agosto de 1851)
Su padre
Alejandro le escribió:
«He recibido tu carta desde Moscú, por la que veo que
tu cabeza está todavía bajo los efectos de la misma fiebre y que tu corazón
permanece mudo. Tu partida me causó más sorpresa que pena. La verdadera
filosofía consiste, no en teorías de visionario, ni en palabrería huera, sino
en llevar a cabo las cotidianas obligaciones hacia la familia, la sociedad y la
patria. Y tú abandonas esas obligaciones por ir en pos de tus quimeras y gastas
saliva en hablar sobre esa «vida interior» que parece servirte de compensación,
pero al mismo tiempo no sabes cómo huir de ti mismo. Ese desaliento que te abruma
es el inevitable resultado del menosprecio de la propia dignidad, de la vida
ociosa y de una conciencia intranquila. Yo nunca me porté como un déspota
contigo. SÍ te hubieras plegado a mis deseos, habría redundado en tu beneficio…»
Miguel continuó
viviendo en Moscú, y unas semanas más tarde escribió:
«Donde
hay amor no existen obligaciones. El deber excluye al amor, y todo lo que
excluye al amor es malo y mezquino. Para mí no existen los padres. Renuncio a
los míos. No necesito su amor.»
Editor Matrero